-Sebastián, dígales a mis hijos que bajen a desayunar. Ya deberían de estar aquí. No soporto la impuntualidad.
– Enseguida señor. ¿Desea algo más?
– No. Suba a llamarles.
El estirado mayordomo asintió con la cabeza como si de un militar se tratase y se retiró del comedor para llamar a Ignacio y a Pablo. Subió por las escaleras pasando su mano incrustada en un blanco e impoluto guante, para ver si había polvo depositada en ella. Llegó a la primera planta y por el gran pasillo a la derecha se dirigió a la habitación de los dos niños. Por el camino se encontró a las dos criadas. Una subida a una rustica escalera de madera para poner los nuevos cortinones del pasillo en esos enormes ventanales, mientras la otra agarraba la escalera para que Marta no se partiese la crisma ya que no estaba en muy buenas condiciones.
– Mercedes, ¿que es lo que hace aquí parada? Seguro que tiene miles de cosas por hacer. Ha tenido suerte de que yo no sea el señor. Ya sabe cómo se pone
– Si ya se ya. Al viejo un día de estos le voy a decir que contrate a otra muchacha porque es demasiada casa para solo dos mujeres. ¡Un día va a ocurrir una desgracia trabajando en estas condiciones!
– Baja la voz mujer. El señor te puede oír. Da gracias a que tenemos un trabajo en estos tiempos de miseria que corren.
Mientras Sebastián decía esto iba caminando hacia la habitación de Ignacio y Pablo mientras Mercedes hacía gestos de resignación. Llega a la primera puerta. La habitación de los niños.
– Señorito Ignacio. Su padre les espera para desayunar. Por favor ayude a su hermano a peinarse ese remolino y desen prisa. No le hagan el trabajo más difícil el trabajo a la nany.
El mayordomo se retiró de la habitación para continuar con sus tareas. La niñera que cuidaba de las dos fieras de 9 y 6 años no quería que Sebastián regañase continuamente a los niños. Siempre les defendía contra viento y marea.
Ignacio y Pablo una vez listos salieron corriendo hasta el comedor para no tener reprimendas de su padre Matías Galmez. Un rico empresario de una fábrica de metal. La más grande e importante del país. También viudo desde hacía 6 meses de Ana de Galmez. Una elegante mujer y muy enfermiza también. Lo que le causó no poder tener hijos y tener que recurrir a la adopción. Su marido siendo muy mujeriego aún así quiso tener esos hijos con su esposa. Primero tendrían a Ignacio tres años después a Pablo. Desde entonces Matías se hacía cargo de sus hijos lo mejor que sabia dentro de su rigidez y disciplina. Una semana después de la muerte de Ana despidió a la nany que tenian en ese momento porque vio más apropiado tener a una niñera de su total confianza y bien conocida.
Llegaron los niños a la puerta del comedor donde esperaba su padre sentado en un extremo de la mesa sentado, seguramente con su café frio por la espera y los caballos que empujaban su calesa congelados por el frio desde que les sacaron del establo para llevar al señor a la fabrica.
– Habéis sido impuntuales y ya sabéis que no me gusta llegar tarde a la fabrica y mucho menos que le hagáis esperar a vuestro profesor. Para que mañana seáis puntuales le voy a decir al señor Santiago que os tenga tres horas más estudiando y dando clase.
– Lo sentimos mucho papá. No se volverá a repetir.
Decían los niños con la cabeza baja y se sentaron a desayunar por fin.
La nany que escuchó la reprimenda, quiso ir corriendo a disculparles diciendo que había sido ella quien los había demorado. Pero no pudo. La puerta de la habitación de Ignacio y Pablo se le cerró en sus propias narices. Era imposible abrirla. Estaba completamente atascada. Una esfera blanca salió de la pared en la que se encontraba la puerta y se puso a dar vueltas sin parar por toda la habitación dejando una gran estela y se desapareció… La puerta se abrió y la nany volvió a cerrarla y se puso a hablar en un todo un tanto elevado.
– Ya sé lo que intentas. Pero no me lo vas a impedir. Mucho menos tú. Sé que eres tú.
Muy enfadada abrió la puerta y salió corriendo de la habitación. Las dos criadas que estaban con los cortinones en el pasillo la oyeron y la vieron salir con esa prisa. La miraron calladas, extrañadas y como si fuese un bicho raro. Sabían que estaba hablando sola. Bajó al recibidor a esperar la llegada del señor Santiago y conducirle como todos los días al cuarto de estudio de los niños.
El señor Matías se despidió de sus dos hijos recordándoles que tienen tres horas más de estudio por la impuntualidad y así se lo hizo saber a la nany. Cogió su capa y su sombrero y salió a su coche de caballos camino de la gran fábrica.
Nany abrió la puerta al profesor y le dirigió a él y a los niños al cuarto de estudio. No estaba dispuesta a decirle al señor Santiago que los niños estaban castigados a tres horas más de estudio y clase. Siempre les tapaba todo y les justificaba hasta lo más injustificable. Los malcriaba y a espaldas de su padre.
Entraron el señor Santiago y los niños dentro del cuarto de estudio y la puerta se cerró antes de que la nany pudiese pasar. Está se enfadó tanto tano que volvió a hablar en voz alta.
– Esto no va a quedar así ¿Te enteras? No tienes ningún derecho.
El mayordomo mientras la nany hacia aspavientos con los brazos y hablaba sola al aire mirando hacia arriba intentaba enderezar el retrato de Ana Galmez que tendía siempre a torcerse. Un retrato enorme que presidia el recibidor de la casa. Sebastián siempre pensó que esa nany podría tener algún trastorno mental porque en más de una ocasión la vio hablando sola y enfadada. Pero no la decía nada. Era un hombre extremadamente respetuoso y educado.
Las criadas que la volvieron a oír se asomaron por la escalera y cuchicheando entre ellas hacían múltiples comentarios.
– Yo creo que el señor perdió el norte al contratar a esta niñera con lo buena chica que era la otra. Desde que está esta, los niños están mal criados. Están perdiendo sus buenos modales.
La nany las oyó y vio a las dos cotorras.
– ¿Y vosotras qué? ¡Urracas! ¿No tenéis trabajo que hacer que estar ahí asomadas como dos farolillos? ¡Vamos hombre…!
Las criadas se retiraron de donde estaban para seguir a sus tareas pero aún así seguían con el cuchicheo. La nany se dirigió a la habitación de los niños para prepararles la ropa de recreo una vez terminasen las clases hasta la hora de la comida. Fue pasar por enfrente del retrato de la señora Ana y torcerse de tal manera que la cabeza del cuadro miraba al suelo. No le hizo el más mínimo caso y se dispuso a subir esas preciosas escaleras de madera con su alfombra de terciopelo estampado en el dentro de ellas y sus majestuosas barandillas. Fue agarrarse en a la barandilla y dar un chillido… Se quemo la mano y se le quedo marcada el dibujo de esta. Dio media vuelta escaleras abajo para curarse la quemadura y la alfombra tan bonita que cubría la escalera comenzó a estirarse… y delante de ella otra vez la esfera gigante blanca y muy brillante.
La nany ya comenzó a asustarse pero a la vez con su enfado que ya tenía antes.
_ ¿Qué quieres conseguir? No vas a poder conmigo. Que lo sepas.
Entonces mientras ella se agarraba la mano quemada e intentaba poner el pie en el peldaño de abajo. La esfera desapareció y la alfombra volvió a su sitio. Ella pensó que con quien hablaba ya le había quedado claro que no la debían seguir molestando. Bajó las escaleras y se encontraba en medio del vestíbulo y el retrato se colocó de lado señalándola a ella. La nany ya se asustó tanto que quiso ir corriendo a la cocina a por el botiquín. Para llegar a ella tenía que pasar primero por un pasillito cerrado sin ventanas ni nada todo laminado de madera al rededor. Era el pasillo del servicio. En medio del pequeño corredor se quedó paralizada, no fue capaz de mover ni medio musculo del cuerpo. Notó como alguien la agarraba por la parte de atrás del uniforme a la altura de media espalda y tiraba de ella hacia atrás. Comenzó a axfisiarse… Cuando ya pudo empezar a moverse y pudo respirar bien, el pasillo empezó a nublarse y a bajar la temperatura. La mujer aterrada no sabía si ir hacia delante o hacia atrás y delante de ella empezó a ver solamente unos ojos que la seguían con la mirada a cada sitio que se movía. Comenzó a oír una risa penetrante y fuerte. La nany comenzó a llorar de pánico y angustia.
– ¿Pero porque me haces esto? ¿Porque no me dejas acercarme a los niños?
Y bajo esos ojos rasgados que la seguían con la mirada y flotando en el aire comenzó a salir vaho y salieron unas palabras bajo esos ojos y dentro de ese vaho.
– En esta casa no tienes derechos…Fuera de aquí…
Ya se estaba acercando la hora de la llegada del señor y el mayordomo y las criadas estarían a punto de cruzar ese pasillo para preparar la comida para la familia de tres. Entonces algo la levantó del suelo y la puso contra la pared y esos ojos delante.
– Reconoce lo que hiciste…, reconócelooo…
– Por favor no me hagas daño, fue hace años y no sabía que iba a pasar todo esto.
– Reconócelo y vete de esta casa…. Fueraaaa….
La nany se vio entre la espada y la pared y no fue capaz de llevarle la contraria a esos ojos.
– Perdóname siento haber sido amante de tu marido pero por favor¡ déjame tranquila…!
– Los niños…, no te acerques a ellos…
La nany mas angustiada todavía y rompiendo a llorar como una desconsolada no pudo evitarlo confesó.
– ¿Cómo no voy a acerarme a ellos? ¡Fui yo quien los parió!
En ese mismo instante todo volvió a la normalidad, desapareció el espectro de la señora Ana y se vio rodeada de toda la servidumbre, el señor, los niños el profesor y el señor Matías.
Ignacio y Pablo la miraron con los ojos desencajados y llorosos….
– ¿¿Mamá…??
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